Recibimos el llamado de un matrimonio que compró una casa en la calle Crisólogo Larralde, en Castelar, con la intención de ampliarla para  establecer allí su vivienda permanente. Ya desde la primera comunicación telefónica, expresaron que se trataba de una casa «rara», y que era necesaria la intervención de un arquitecto para poder hacer una ampliación acorde a lo existente. Al concretar la visita, me encontré con una pequeña casa de fin de semana que databa, según los planos municipales, del año 1969. Pero lo que me impactó fue que se trataba de una casita Moderna, en el sentido de «movimiento moderno», lo cual no es común en Castelar, un barrio constituido casi en su totalidad por chalets de ladrillo y techos de tejas. Esta pequeña casa, sobre un terreno de 10 m de ancho, tenía un planteo muy simple y cerrado: básicamente se resolvía con un techo plano de hormigón armado que cubría los dormitorios, al frente, y se plegaba a 45º para generar el estar, rematando en un gran ventanal a 2,60 m de altura; toda esta losa apoyaba sobre dos muros portantes separados 6m entre sí, y en los espacios que quedaban entre estos muros y las medianeras, se generaban baños y cocina. El espacio del living, realzado con un hogar a leña fabricado en chapa y muy acorde a la época en que fue construido, es de una calidad espacial notable, con una hermosa luz que entra por el gran ventanal, se refleja en la losa inclinada, y baña todo el lugar. Me emocionó descubrir esta pequeña y muy bien lograda casa, y me pregunté enseguida qué podía hacer para no desvirtuarla con una ampliación. Para mejor, los dueños anteriores me dijeron que la casa había sido premiada y publicada en su momento, lo cual nos motivó a investigar su origen. El plano municipal estaba firmado por Beatriz Escudero, que por esos años era parte del equipo del estudio Aftalion – Bischof – Do Porto – Egozcue – Escudero – Vidal. Me entrevisté con Beatriz Escudero para tratar de conocer algo más sobre la casa, y discutir con ella el proyecto de ampliación, escuchando sus opiniones sobre las ideas que planteamos. Más tarde encontramos publicaciones de la época, donde aparecía la casa Pastorino, y su razón de ser, la “boca al sol” mencionada por los autores en la memoria.

De todas las ampliaciones de casas que hicimos, esta es la primera vez que debemos intervenir sobre una casa de auténtico valor arquitectónico, que marca fuertemente la época en que fue hecha. Generalmente hemos intervenido sobre casas chorizo (con alguna fachada ecléctica a mantener) y chalets. En los primeros casos se trata usualmente de aprovechar una «caja» espacial que hay que reorganizar manteniendo lo «pesado» de la arquitectura original, para que conviva con elementos actuales, más livianos; en el caso de los chalets, tratamos generalmente de descubrir sus potencialidades constructivas como elementos de una creación completamente nueva, cambiando su estética casi por completo, de modo que resulte imposible descubrir en la casa terminada los vestigios de la obra original. Pero en este caso se trataba de una arquitectura Moderna, de gran valor espacial, y de la cual somos, de algún modo, hijos, ya que es el período arquitectónico que más estudiamos, revisamos, criticamos y replicamos durante nuestro período formativo.

Contexto histórico de la obra original

Al realizarse el proyecto y la obra de la casa Pastorino, entre 1969 y 1970, los arquitectos que la hicieron estaban sumergidos en una ola de proyectos de obra pública, muchos de ellos logrados a través de concursos de arquitectura, que en esa época fueron muchos y lanzaron a un lugar de relevancia a los estudios que hasta nuestros días mantienen su participación en los ámbitos académicos y de producción arquitectónica. Simultáneamente, Argentina y el mundo vivían momentos de convulsión política e ideológica: El Mayo Francés en 1968, el Rosariazo y el Cordobazo en 1969, en el mismo año, la aparición del film de Pino Solanas «La Hora de los Hornos» hacía una llamado a la liberación de América Latina, el Eternauta, de Oesterheld y Breccia se burlaba del stablishment con una solapada metáfora de la dictadura, la llegada del hombre a la luna es transmitida en directo a todo el planeta; en 1970, el secuestro y muerte de Aramburu marca el nacimiento de Montoneros, el gobierno socialista de Allende en Chile, el golpe de Levingston para sacar del gobierno a Onganía, quien a su vez gobernaba desde el golpe a Illia en el 66.

En arquitectura, todavía pisaban fuerte las ideas del Movimiento Moderno, ya habían pasado Le Corbusier, Míes, Wright, Alvar Aalto y tantos otros, y ya se desarrollaba la nueva generación, con la crítica y continuación de dicho movimiento en figuras como las de Venturi, Rossi, Meier, Johnson, Stirling, etc.; ya había sido construida Brasilia, y en Argentina ya habían dejado sus mejores obras Bonet, Sacriste, Amancio Williams, Caveri entre otros. Aún así, todavía la gran mayoría de la arquitectura doméstica (y sobre todo en barrios suburbanos) pertenecía a la tipología «chalet» y «casa americana» (baste ver una foto satelital del barrio donde se implanta esta casa, y sus vecinos como comprobación de esto). Es decir que la evolución de la arquitectura académica prácticamente no alcanzaba al ámbito de lo doméstico, y la arquitectura moderna parecía reservada al diseño de hospitales, bancos, iglesias y edificios públicos.

De modo que podemos caracterizar al contexto histórico de la obra como un momento de planos paralelos: un mundo convulsionado y en revolución por un lado, y un conservadurismo a ultranza por el otro; una fecunda discusión arquitectónica a nivel de las instituciones y una producción arquitectónica pobre a nivel doméstico. Paradójicamente, mientras la revolución social y política surge desde lo popular para tratar dificultosamente de alcanzar los estratos superiores, en la arquitectura la vanguardia surge desde la academia, casi sin lograr penetrar en lo popular. Podríamos decir que las realizaciones «modernas» en el ámbito de lo doméstico, como la casa Pastorino, son aisladas líneas transversales que atraviesan estos planos paralelos, y proponen un acercamiento, y un camino. Este camino tardó, en Argentina, treinta años para que un cambio en la forma de hacer arquitectura doméstica se afiance; todavía en los años noventa, con el boom de los countrys, la tipología dominante seguía siendo el chalet, y este dominio está pasando a una arquitectura más moderna recién en el nuevo siglo. Los motivos de esta tardanza en la actualización de la vivienda común como tipo arquitectónico podemos encontrarlos más que nada en la relación entre los arquitectos y los destinatarios de la arquitectura, pero esto daría lugar a otra nota, mucho más extensa…
Y cuarenta años después de la realización de esta casa, recibimos el encargo de ampliarla y ajustarla a la vida actual, y nos proponemos en esta tarea el doble propósito de reflexionar sobre lo que esta realidad tiene de diferente a la que le dio origen, pero manteniendo la memoria de una esencia que le es propia, y sigue atravesando planos, no sólo de estilo y de ideología, sino también de tiempo.

La Ampliación

El encargo consistía en duplicar la superficie de la casa, ampliando el living, y agregando tres dormitorios con sus correspondientes baños, además de lugares de esparcimiento, escritorio, y un dormitorio extra. La idea que se les ocurría era construir un volumen en planta baja y un piso a continuación del living hacia el fondo, lo cual hubiera provocado la desaparición del gran ventanal y, por lo tanto, la desvirtuación del espacio principal de la casa. También existía una limitación normativa, ya que la zona exige dejar un retiro de tres metros al frente, de modo que no podíamos invertir enteramente este planteo y crecer sólo hacia el frente.
Una vez definido el espacio de trabajo, el encargo y las variadas limitaciones, teniendo como la más importante de éstas el respeto por la esencia de la casa existente, empezamos a imaginar posibles soluciones.

Puesto que la decisión de arranque era mantener por todos los medios el espacio central de la casa, era necesario construir los dormitorios hacia el frente en planta alta, aprovechando la losa plana existente y ampliándola un poco (los dormitorios quedaban así orientados al sur, que consideramos una orientación apropiada a los mismos). La ampliación del living era obvia, y venía pre-anunciada por la pérgola hacia el fondo original de la casa: Las mismas características del espacio mandaban crecer en planta baja con una losa plana, duplicando la superficie del living-comedor-cocina, pero manteniendo el gran ventanal superior que garantizaba la buena iluminación del espacio central. Habiendo establecido esto, las preguntas eran: cómo llegar a la planta alta, y, más importante, qué hacer con la parte de techo a 45º, que quedaría chocando contra nuestra ampliación de planta alta. La respuesta a la primera pregunta nos la dio la misma losa: se podía armar una escalera casi paralela al techo que terminara en una pasarela, la cual, atravesando el espacio central, «saliera» fuera del mismo para llegar a la losa del frente por detrás del muro portante existente. La segunda pregunta nos dio más de un dolor de cabeza y una respuesta sorpresiva e inusual: había que «volver a techar el techo», dejando una entrada de luz en la intersección, y enriqueciendo el pasillo de la planta alta con un «triangulo espacial» cuyo sentido funcional no estaba claro, pero que abría un lugar a la experimentación de la luz y el espacio. Esta propuesta, que fue apoyada por los Comitentes, demostró más tarde que podía convertir al pasillo en un espacio sorprendente y con posibilidades reales de ser aprovechado.

El proceso de diseño de la casa, apoyado en estas decisiones preliminares, fue fluyendo con gran naturalidad, y fuimos encontrando en el ida y vuelta con los Comitentes el justo lugar, la forma y la materialidad para cada necesidad planteada. La presencia del Comitente es siempre una fuerte limitación en el desarrollo del proyecto de una casa, ya que este tema tiene una carga de emoción, identificación y significado mucho más fuerte que otro tipo de encargos. En este caso todo se desarrolló como un diálogo en el que no hizo falta «negociar» las distintas partes del proyecto, sino que rápidamente fuimos logrando un consenso, hasta el punto de sentir realmente que estábamos haciendo un trabajo de equipo, tanto desde el estudio como desde la familia destinataria de la casa. Así, Marcela y Daniel fueron no solo comitentes sino también los mejores colaboradores con los que puede contar una obra.

“La primera vez que vi esta casa, pensé que era aquí donde quería vivir, me pareció único tener la casa en un lote y la pileta en otro lote tipo pulmón. También supe que era un desafío reformar acorde a mis necesidades, sin alterar el magnifico ventanal que hoy da a la pasarela. Gracias a un buen profesional, (…) se pudo maximizar la entrada de luz solar en época invernal, sinceramente la casa tiene vida al ser invadida por el sol. Apenas amanece la luz se cuela por las ventanas del entrepiso y su trayectoria pronto inunda el pasillo de la planta alta, la pasarela y el living. Solo en días de bajas temperaturas mantenemos encendidos los calefactores, se concentra muy fácil el calor en la casa, pese a tener tanto vidrio. Resulta una agradable vista pararse en el living o recibidor, mirar hacia arriba y ver el cielo, o subir a la pasarela y observar el día, la noche, una tormenta… Todas estas virtudes sumadas a la funcionalidad: independencia para cada integrante de la familia y un gran espacio de reunión, con la cocina integrada, a partir de las 10.00hs ideal para desayunar al sol dentro del comedor diario o galería. Cuando me propuse comprar esta casa jamas imagine que «el estuche de la vida» nos haría tan felices.”
                                                            Marcela

Lograron de esta forma una casa que acogió su estilo de vida, pero lo enriqueció grandemente al dar respuesta a muchos de sus anhelos, y ofrecerles nuevas e inesperadas gratificaciones que fueron descubriendo a medida que la viven: la forma en que la casa aprovecha el sol en invierno para calentarse, y la forma en mantiene ese calor sin necesidad de usar estufas durante el día. La apacible luz que entra por el gran ventanal superior y baña uniformemente el living durante todo el día, mientras que los ventanales de la planta baja ofrecen vistas del jardín, acompañando el desayuno temprano de todos los días, el almuerzo familiar del fin de semana, las tardes de ocio o de estudio de las nenas. La luz que llena las habitaciones durante todo el día, y que por venir del sur es siempre pareja y no encandila. Los posibles usos del plano inclinado del techo (ahora piso) de la casa existente con su entrada de luz superior.

Terminar una obra, mirar hacia atrás y encontrar tantas cosas, tantas respuestas desde el usuario y desde la historia, es un ejercicio que nos llena de fuerzas para seguir trabajando con el compromiso de darle a cada obra su lugar, su espacio, su vida.

Arq. Nicolás Arrúe